Jon Kareaga tiene 22 años y es del País Vasco. No ha pasado mucho tiempo desde que empezó a difundir su mensaje e ideas a través de las redes sociales. Su intención es dar a conocer al mundo el sistema destructivo en el que vivimos y empezar a hacer cambios en nuestros hábitos para respetar todo lo que nos rodea.
Desde niño, Jon ha estado en contacto constante con la naturaleza y todos sus seres vivos. Esa curiosidad por cada animal le hizo crear una conexión y entender que somos parte de una fuerza. Se dio cuenta de que todo está conectado.
Es co-fundador de BASK, una marca de ropa sostenible que busca ser inspiración y conciencia diaria. Hablamos con él vía Instagram y, a continuación, dejamos las declaraciones más importantes.
Si quieres ver la entrevista completa, aquí tienes el enlace.
¿Qué es Bask y cómo surgió el proyecto?
Bask es una marca de ropa sostenible. ¿Por qué es ropa y no otra cosa? Porque creemos en la moda como herramienta de transformación social, y ser inspiración y conciencia diaria para las personas que nos siguen o que visten las prendas.
¿Cómo surge la idea? Es un proyecto universitario que coge forma cuando viajamos a Asia para grabar un documental de cómo la industria de la moda está afectando a las personas. Durante este documental, vimos realidades que jamás pensábamos que íbamos a ver. Vimos niños trabajando, mujeres explotadas y esclavizadas… y era una cosa que queríamos cambiar. Entonces, Bask como proyecto surgió con la finalidad de cambiar lo que hoy en día conocemos el paradigma actual de la industria de la moda, sobre todo, en países como en Bangladesh, porque aquí es donde estamos consumiendo las prendas, pero el impacto negativo lo estamos generando a 10000 kms.
En Bangladesh el 80% del PIB proviene de la industria de la moda; Bangladesh sin industria de la moda ahora mismo todas las personas estarían muriendo de hambre. Entonces, tenemos que mejorar la industria de la moda allí y tenemos que hacerlo ya. Y por eso estamos creando una fábrica textil sostenible.
Desde Bask estamos ilusionados con esta visión, que es utilizar la moda como herramienta para la transformación de la sociedad.
¿Por qué decimos que Bask está dentro del concepto emprendimiento social? ¿Qué tiene que tener un proyecto para ser considerado emprendimiento social?
Los tres pilares fundamentales de la sostenibilidad son ser sostenible socialmente, es decir que estemos impactando positivamente en las personas con las que estamos trabajando; sostenibilidad medioambiental, tenemos que ser respetuosos con nuestro planeta y con los recursos que usamos, y dar una solución alternativa a todo lo que se está generando con la industria de la moda. Y, por último, no nos tenemos que olvidar de que un proyecto tiene que ser sostenible económicamente, porque si no, el impacto social y medioambiental no va a existir. Necesitamos dinero para sobrevivir y para que un proyecto perdure en el tiempo.
En este sentido, ¿Qué experiencia personal te llevas de tu emprendimiento social?
El emprendimiento social empieza con una investigación, un entendimiento o una manera de empatizar con la sociedad. Y yo creo que es el proceso más divertido o que más te llena de empatizar con la sociedad. En este caso, ha sido con Bangladesh, y yo grabando el documental y conociendo a esas personas es donde más he disfrutado. Saliendo de mi zona de confort.
Al final, hace dos años, yo no pensaba que iba a estar en Bangladesh solo grabando un documental. Y tampoco pensaba que estaría en Bangladesh creando un taller de costura social. Y esto ha pasado porque he arriesgado.
¿Hasta qué punto estarías dispuesto a llegar con tu proyecto?
Nuestro objetivo es impactar lo máximo posible en las mayores comunidades posibles. Estaría dispuesto a llegar hasta donde el proyecto me lleve. No tenemos límites, tenemos una visión que es la de impactar en el máximo de comunidades posibles.
He visto que te pusiste enfrente de Zara reivindicando a favor de la moda responsable, ¿Cómo fue?
No le he querido dar mucho bombo a esto porque no quiero que se personalice la lucha contra el fast fashion con una marca en concreto, porque todas las marcas están haciendo lo mismo, H&M por ejemplo.
Pero, es verdad, que yo quise ponerme en contacto con Zara para preguntarles cómo esperan solucionar el daño social y medioambiental que han provocado durante tantos años en Bangladesh. Solo quería escucharles y grabarles para incluirles en el documental, y no pude ponerme en contacto con ellos. Pensé que si me sentaba delante de la tienda de ellos podía conseguir algo en esos 5 días, pero no hubo ninguna llamada ni nada.
Otro de los objetivos que tenía con esta reivindicación fue criticar la industria de la moda y el sistema actual en el que estamos viviendo que, obviamente, es un sistema que no entiende de valores. Y luego también, quise conseguir visibilidad para el proyecto que íbamos a empezar en Bangladesh que daba una solución disruptiva al problema de la industria de la moda. Pero el objetivo principal era conseguir la entrevista, que todavía no ha podido ser.
Hablando de fast fashion, ¿Qué es esto y cómo podemos evitarlo?
Yo lo defino como algo que nunca podrá llegar a ser sostenible, porque nunca podrá llegar a dos pilares de la sostenibilidad, que son el medio ambiente y las personas, y se basa en una producción masiva que requiere unos costes mínimos, y que para eso hay que explotar al medio ambiente y las personas, incluso niños.
En definitiva, diría que el fast fashion es una producción masiva que se basa en el consumo masivo. Y para fomentar el consumo masivo constantemente, tienen que sacar nuevas temporadas, tienen que engañarnos de una manera que pensemos que necesitamos esa prenda, cuando realmente no nos aporta ningún valor. Nos engañan.
Para evitarlo, primero tenemos que ser conscientes de la realidad que existe en países como Bangladesh. No podemos cerrar los ojos ante eso, porque eso es lo que está pasando. Es real, lo he visto con mis propios ojos.
Tenemos que conseguir que las marcas no nos engañen o que no jueguen con nuestras emociones para que dejemos de consumir cosas que no necesitamos. Tenemos que ver que la felicidad no está en las cosas materiales, sino que tenemos que encontrar otra definición de felicidad que no se base en el materialismo ni en el consumismo. Esto es lo que nos ha hecho que seamos tan infelices en el sistema actual en el que vivimos.
Es muy difícil, porque ellos nos conocen mejor que a nosotros y nosotras mismas. Es muy difícil evitarlo porque saben cuál es el mensaje que va a funcionar en nuestras mentes. Pero hay que ser conscientes de todo esto y hacerle frente.
De hecho, como consumidores tenemos una responsabilidad increíble no solo de consumir de una manera sostenible, sino también de hacer presión a todas las marcas del mundo, incluso a las más sostenibles también. Tenemos que preguntar: “Dónde está producido esto” “Quién está detrás de esto” “Cuánto cobran los trabajadores que están detrás de esto”.
En Bask ahora mismo no sabríamos responder a todas las preguntas que se nos hiciesen. Y por ello, estamos creando ese taller textil social, para ser dueños de nuestro proceso productivo, y así, poder llegar a responder a todas las preguntas.
Sí somos transparentes en los precios: si compras una sudadera Bask, sabes qué porcentaje irá destinado a la mano de obra, al productor, o al envío o al packaging. Y queremos conseguir una transparencia mucho mayor. Y para conseguirlo, solo podemos hacerlo si somos dueños de nuestro proceso productivo.
Consumiendo de manera responsable, estamos luchando contra la precariedad de muchas familias, por ejemplo, pero, ¿qué más estamos haciendo?
Yo siempre digo que consumir es votar, meter una papeleta en una urna.
Cada vez que consumes estás decidiendo qué tipo de marcas serán parte de tu futuro.
O sea, yo si compro en una marca de moda sostenible, estoy apoyando a que esta marca siga creciendo y siga pudiendo mantener su negocio sostenible y más justo.
Para hacernos una idea, cada vez que consumimos una camiseta de algodón tradicional, estamos consumiendo de alguna manera 2700 litros de agua. Ese es el impacto solo del consumo del agua que tiene una prenda en países donde se produce. Y esto sin hablar de los pesticidas utilizados, de las emisiones de CO2 que se liberan en esa producción, etc.
¿Cuáles serían las claves que podemos llevar a cabo nosotros en el día a día para consumir de manera responsable? Hay que ser coherentes con esto, pero muchas veces cuesta, ¿no?
La coherencia es imposible: yo cada vez que viajo a Bangladesh estoy contaminando, o cada vez que respiro estoy contaminando. Entonces, la coherencia es imposible, pero sí que hay que intentar ser lo más coherentes posibles dentro de este sistema tan hipócrita en el que estamos viviendo.
Entonces, ¿qué podemos hacer en general? La industria del plástico está generando muchísimos problemas, la industria ganadera es la principal responsable de gases de efecto invernadero, y existen movimientos como el veganismo que es una solución muy buena para reducir este impacto medioambiental que estamos causando a base de lo que comemos y consumimos.
Pero retomando el plástico, es un tema que me chirría un poco, porque la gente necesita el plástico para vivir. Ahora mismo en los hospitales se necesita plástico. Y el plástico si se echa al sitio adecuado no habría problema, pero el problema es que ese plástico llega al lugar equivocado o se utiliza para cosas que son innecesarias, como para envolver un plátano. Entonces, tenemos que hacer un consumo responsable con el plástico, y si se puede limitar al 100% su uso, muchísimo mejor.
El transporte también es una de las principales causas de la crisis climática que estamos viviendo, la moda es una de las cosas más contaminantes del mundo, y acercarnos al minimalismo también es muy importante. Y, lo que hablábamos antes, hay cosas que no necesitamos, el sistema nos hace consumir cosas que no nos aportan ningún valor.
Luego también estoy muy a favor del activismo, porque necesitamos un cambio radical de la sociedad y de cómo nos estamos estructurando, porque si no, no vamos a llegar ni al 2030 a este ritmo. Según la ONU, en 2030 vamos a llegar a un punto de no retorno, y en el 2050 el planeta será inhabitable. Necesitamos salir a la calle para hacer presión política.
No quiero apelar a la responsabilidad individual, porque todos tenemos un montón de cosas en la cabeza, pero realmente el cambio se hace desde la calle. Muchas personas pequeñas, en sitios pequeños, haciendo cosas pequeñas, podemos cambiar el mundo.
¿Nos recomiendas algún documental que te inspire?
Mis documentales favoritos son The True Cost, y Cowspiracy. El primero trata de la industria de la moda, y el segundo habla del impacto que tiene la industria cárnica en el planeta.
Son dos temas que son parte de la lucha diaria mía, y me siento muy conectado con ellos.